Enfermería pediátrica: mi experiencia como especialista
Me llamo Gemma Martín y soy enfermera especialista pediátrica. Dos años después de realizar mi especialidad, puedo decir que fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida.
En 2013 realicé mi último rotatorio de prácticas del grado en la UCI Pediátrica del Ramón y Cajal. Allí me quedé prendada de este mundo y, desde entonces, tuve claro que quería dedicarme a ello durante toda mi carrera profesional. En junio de 2016 me marqué el objetivo de sacarme el EIR y en abril del año siguiente pude pulsar con satisfacción el botón en el que aceptaba mi plaza de enfermería pediátrica.
Opté realizar la especialidad en el H.U. Príncipe de Asturias, ubicado en Alcalá de Henares (Madrid). Se encuentra muy bien ubicado con Madrid, a unos 20 minutos en coche y 40 minutos en transporte público. Durante dos años se convirtió en mi segunda casa, ya no sólo por el tiempo que pasas durante la residencia allí, sino porque los profesionales son muy cercanos, tanto con las familias como con los residentes, y te hacen sentir muy cómoda desde el principio. Otra ventaja de ser un hospital más pequeño respecto a otros del centro de Madrid, es que la carga de trabajo permite centrarnos en aspectos relevantes como la lactancia materna, cuidados centrados en el desarrollo, educación para la salud, etc.
En primero se realiza rotación por Neonatología (3 meses), que cuenta con la ventaja de que es una Unidad III a (con 3 puestos de UCI y donde acogemos prematuros a partir de 28 semanas). Se fomenta la lactancia (actualmente cuenta con la certificación IHAN III.D) y por unos cuidados centrados en el desarrollo. Además, acudimos a los partos y cesáreas, lo que refuerza los conocimientos en reanimación neonatal avanzada.
Posteriormente se rota por Hospitalización Pediátrica, Consultas Externas Pediátricas, Maternidad, Urgencias Pediátricas y Atención Primaria.
En segundo año pasamos a las UCIs pediátrica y neonatal del H.U. Niño Jesús y La Paz, respectivamente. Son rotatorios en los que además de aprender otras formas de trabajar y técnicas, te ayuda a adquirir habilidades personales que te sirven para tu vida personal. Siempre recordaré casos que han marcado un antes y un después en mi forma de pensar y vivir la vida.
Al volver al hospital, me sentía diferente respecto al primer año pues todas las experiencias vividas fuera del hospital me ayudaron a crecer tanto personal como profesionalmente. No obstante, estaba deseando volver al ambiente familiar y cálido que hay en un hospital más pequeño como es el Príncipe de Asturias, volver a reencontrarme con la gente. Finalicé mi especialidad en Neonatos, que a día de hoy es el servicio que más me ha enamorado de toda la especialidad.
Al finalizar los dos años de la especialidad, me llamaron de la UCI neonatal del H.U. Doce de Octubre. Desde entonces, tuve la suerte de estar incluída en la bolsa específica de Neonatos y he podido disfrutar de trabajar en estos servicios. A día de hoy, es la única forma de dedicarme a algo relacionado con mi especialidad ya que cuando sales de la especialidad te encuentras con la realidad: no hay bolsas específicas en Pediatría reconocidas (a excepción de Andalucía y Castilla la Mancha) y en la bolsa general no se tiene en cuenta la especialidad. Todo ello resulta muy frustrante ya que tras dos años de formación, esfuerzo y sacrificio te encuentras con pocas posibilidades de trabajar en tu área, a excepción de Neonatos de hospitales privados donde he trabajado y sí han tenido en cuenta la especialidad. Además, tuve la oportunidad de entrar en un colegio concertado, donde también les llamo la atención gratamente cuando vieron la especialidad en el currículo. Fue un trabajo muy bonito y muy gratificante, donde pude realizar muchas labores de educación para la salud que es una rama fundamental en la infancia.
Con el paso de los meses, recibí una llamada de la bolsa para ir a trabajar a un servicio de adultos, después de 5 años en servicios del área materno-infantil. Me sentí muy frustrada y a la vez sentí miedo de no estar preparada para valorar y cubrir las necesidades de estos pacientes. Me preguntaba qué sentido tenía que invirtieran dinero en formar especialistas, si luego no cuentan con nosotras para cubrir este tipo de servicios. Y por ello, he decidido luchar por la especialidad. Tengo compañeras que se han resignado a trabajar con adultos al verse frustradas por la situación que pasa la enfermería pediátrica, pero personalmente creo que debemos tener fuerza y unión para que se nos reconozca la importancia de tener enfermeras especialistas pediátricas en los servicios correspondientes. Los niños no son pacientes adultos de menor tamaño como piensa mucha gente, sino que son pacientes con unas necesidades de cuidados específicas que precisan de gente con dos años de formación como nosotras capaces de brindar cuidados de calidad que mejoren la asistencia del paciente y su familia.
Aún así, a pesar de las dificultades por las que atraviesa la especialidad, volvería a elegirla sin dudar y en mi hospital. Cuando vuelvo a servicios de Neonatos a trabajar es indescriptible la felicidad que siento, es una suerte ir a trabajar y disfrutar tanto con mi trabajo. Por lo que os animo a elegir enfermería pediátrica y a luchar por nuestro reconocimiento.
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