De enfermera al cielo o al caldero, por Irene Ferb
Llevo trabajando como enfermera casi seis trienios y ya era hora de que publicara un libro sobre mi profesión. Me tocaba. Y me genera tanta ilusión como expectativa pero condimentada todo aquello con un susto importante.
¿Por qué? Porque aunque esté orientado a la comedia trata sobre mi vida, donde paso gran parte de mis días y mis noches y eso lo convierte en personal… Y escribir sobre uno mismo, a sabiendas de que los que te van a leer comparten tu profesión, es un compromiso más serio. Curioso cuando es mi libro más cómico.
Pero fuera de reflexiones personales, De enfermera al cielo o al caldero, combina entradas de mi blog «Soy enfermera y me enfermo cada vez que lo pienso«, (algunas inéditas) y la historia de una enfermera, Julia, que al morir aparece en el cielo y se ve obligada a explicarle a San Pedro algunos de sus conflictos en el hospital. Conoceréis en primera persona su vida y seguro que os encontráis alguna que otra sorpresa.
¿No habéis pensado alguna vez en un turno de esos que no olvidas, con un paciente que se tira de la cama: «desde luego tengo el cielo ganado»? Pues bien, un día me dio por pensar que igual no era tan seguro y que quizás algunos de mis comportamientos no los entenderían los que trabajan en otros sectores. De enfermera al cielo o al caldero acerca nuestra profesión a los «civiles» y espero que os haga reír a los que os dedicáis a esto porque está escrito desde la cotidianidad y la frescura.
En referencia a las entradas del blog, son divertidas reflexiones de todo tipo: planillas, cambio de guardia, navidad, estilos de pacientes…
Hay espacio para el amor:
Y allí fui, sin saber que nada más abrir la puerta mis solteros ojos se iban a cruzar con unos de color miel grandes y chisposos, una melena ondulada, algo grunge (muy de mi estilo), vamos, con un pedazo cirujano más guapo que el de Anatomía de Gray… y con unos doce o trece pares de ojos más. El despacho estaba a rebosar de batas.
Impactada por tal cantidad de miradas atendiéndome y sobre todo una de ellas, me apoyé en el marco de la puerta y balbuceé:
—¿Me, me buscabais?
Todos esas pupilas comenzaron a mirarse unas a otras interrogantes durante lo que a mí me pareció un mes, hasta que el de la mirada más viejuna (entiendo que era el jefe) contestó:
—No
Así, franco y rotundo. Tan rotundo que casi me desmayo allí mismo del sofoco. Creo que tartamudeé hasta en el «¡Ahh!»y hui para esconderme en el baño. Ni siquiera sé cómo no sigo allí todavía.
También hay espacio para la cotidianidad:
Hay una clase de pacientes que cuando por h o por b abres su mesilla te encuentras todo un tesoro de galletas, panes, mantequillas, mermeladas y demás viandas que le han sobrado en anteriores comidas, como si supiera que los de la cocina mañana se fueran a poner en huelga o la bomba atómica estuviese a punto de caer sobre nuestras cabezas (y la suya no). Hombre precavido, vale por dos.
Y por supuesto hay verdad de la buena:
Contar la guardia… el mejor momento del día (para quien la cuenta). No hay nada comparable a esto. Debe de ser como la confesión para un pecador practicante o parar un penalti en la final del mundial.
Tú le concretas a tu igual lo que has realizado en tu turno, le suavizas lo que queda por hacer y te marchas más ancho que pancho. Vacías tu mente de la carga asistencial y caminas al vestuario tarareando Freedom. ¿O no?
Sale a la venta en papel y digital el 4 de marzo. Espero que le deis una oportunidad a Julia y a mí.
Nos vemos.
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