Nunca olvidaré
Soy enfermera y trasladar lo que como profesional y como persona estoy viviendo me resulta muy difícil. Nadie pensaba, en una sociedad como la nuestra, que llegaríamos a vivir algo así pero aquí está y aquí estamos, luchando por sobrevivir en una situación en la que la mayoría de los profesionales no nos cuestionamos si nos vamos a contagiar o no, solo nos preguntamos cuándo nos contagiaremos.
Dentro de la debacle humana y social que estamos presenciando, muchos de nosotros deseamos que esto acabe cuanto antes y poder borrar de nuestra mente todo lo que está pasando, pero al mismo tiempo pienso que es imprescindible guardar en nuestra mente, para aprender, los sentimientos, las reflexiones, las vivencias y todo lo positivo y negativo que el coronavirus nos está desvelando. Por eso….
Nunca olvidaré que defiendo la sanidad pública como uno de los mayores bienes comunes que podemos tener y que está demostrando que, gracias a sus profesionales. nos está permitiendo librar esta lucha sin cuartel a la que nos estamos enfrentando.
Nunca olvidaré que España tiene menos enfermeras por habitante que la mayoría de países de la Unión Europea y, aun así, durante años, las plantillas enfermeras de los centros sanitarios se han ido mermando día a día y que por más que lo decíamos nadie nos hacía caso.
Nunca olvidaré que pertenezco a una profesión ninguneada por los políticos que en lugar de valorar lo que somos, hacemos y podemos aportar las enfermeras a la salud de la población, han preferido anclarse en conceptos caducos y perpetuar un sistema sanitario que no da una respuesta real a las necesidades de los ciudadanos.
Nunca olvidaré que el material de protección sigue sin llegar y la única respuesta es “en los próximos días, mientras todo el personal sanitario damos la cara para luchar contra la pandemia.
Nunca olvidaré que quienes más están sufriendo son las personas que hicieron que este país sea lo que es hoy y que ellos, con un sistema sociosanitario totalmente deficitario de recursos materiales y humanos, se ven olvidados, desatendidos y muriendo en el más absoluto silencio y olvido.
Nunca olvidaré mi hospital, con los pacientes tumbados en el suelo de las salas de urgencias durante días esperando ser atendidos por unas manos que no pueden dar más de sí y que sufren impotentes, sin poder hacer más, viendo la situación que viven sus pacientes.
Nunca olvidaré las lágrimas que cada día derramo viendo con impotencia como “se van” mis pacientes, solos, sin sus seres queridos y con nuestra única compañía si es que podemos estar a su lado.
Nunca olvidaré que las heridas de las gafas de protección en mi cara es un precio ínfimo en comparación al que pagan los compañeros que no disponen de ellas.
Nunca olvidaré que me tengo alejar de mi familia para evitar que enfermen, mientras aún hay descerebrados que salen a comprar o a pasear al perro 15 veces al día sin darse cuenta que aumentan exponencialmente sus posibilidades de contagiarse y contagiar a los demás.
Nunca olvidaré que los políticos siguen poniéndose palos en las ruedas, lanzándose pullas entre ellos e intentando sacar rédito de las vidas humanas perdidas, mientras nosotros peleamos por salvar una vida.
Nunca olvidaré que no hay liderazgo ni se establecen líneas de acción coordinadas, eficaces, y efectivas que nos permitan luchar para ganar esta batalla tras más de dos meses con la enfermedad en nuestro país.
Nunca olvidaré esos aplausos que cada día me llegan de los ciudadanos, ese es el agradecimiento que me llega al corazón y me anima para emprender cada día la batalla.
Nunca olvidaré a los otros guerreros que, como yo, sin armas para combatir a este enemigo, han venido cada día a las 8 a aplaudirnos a nuestro hospital cuando también ellos, por cuidarnos haciendo su trabajo, merecen nuestro mejor aplauso.
Nunca olvidaré que muchos días, si he tenido algún material de protección para ponerme, ha sido gracias a la solidaridad de empresas y particulares que se han preocupado de protegerme más que los responsables de hacerlo.
Nunca olvidaré la comida, el agua, el techo bajo el que estar o ese viaje en taxi que desinteresadamente se han puesto a mi alcance por pertenecer a esa gran hermandad que hoy somos el personal sanitario.
Y nunca olvidaré que soy enfermera, que estoy orgullosa de serlo y amo a mi profesión y lo que ella implica, cuidar, en todas las situaciones, de cada una de las personas que tengo a mi cargo dando lo mejor de mí sobre todo cuando son más vulnerables. Sé que resistiré lo que haga falta… ¡Por ellos!
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